Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Javier Larraín
La Historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás:
por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.
Eduardo Galeano
La Historia se puede hacer,
la hacen los pueblos, la hacen las masas.
Fidel Castro
¡Adelante con todas las
fuerzas de la historia!
Miguel
Enríquez
El miércoles 23 de enero marcó un punto de inflexión en el ya
extendido plan desestabilizador que la burguesía venezolana, organizada y
financiada por Washington, emplea contra la Revolución bolivariana. De manera
hasta ahora inédita, la administración Trump le obligó a presentar un
improvisado líder –Juan Guaidó– a ser autoproclamado como “Presidente adjunto”,
con el fin de reconocerle y pasar de lleno a la ofensiva, con sanciones y
amenazas, que ponen a la nación caribeña en el centro del debate político
hemisférico.
EE.UU. cuenta a su haber con un vasto prontuario de invasiones,
operaciones encubiertas, magnicidios, promoción de golpes de Estados, ejercicio
de torturas y atentados en América Latina y el Caribe, países que según una antigua,
pregonada y estratégica doctrina son considerados por aquellos como su “espacio
natural”. De ahí la peligrosidad del golpe de Estado en curso contra Venezuela.
Después del Día
D
Desde el miércoles 23 a la fecha la beligerancia yanqui se
incrementó, a las típicas habladurías de Donald Trump, Mike Pompeo y John
Bolton –quien en una conferencia de prensa hizo ver una liberta que apuntaba
“5.000 tropas a Colombia”–, repetidas por una pandilla de desprestigiados
presidentes derechistas de Occidente, se sumaron pasos táctico-estratégicos en
aras de configurar definitivamente un escenario bélico. Algunos fracasaron,
otros están su curso. Veamos.
En la búsqueda de lograr un consenso y eventual apoyo
internacional para una intervención militar, EE.UU. implementó dos acciones,
ambas fracasadas: la primera, convocar una reunión de la Organización de
Estados Americanos (OEA) para el jueves 24, con el fin de conseguir un
reconocimiento unánime de los Estados miembros para Guaidó, pero, 18 de los 34
países se abstuvieron de hacerlo; la segunda, llevar el “tema Venezuela” al
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con el fin de condenar a Maduro en esa
instancia, sin embargo, de los 5 países con derecho a veto, China y Rusia hicieron
uso de su privilegio y se inclinaron por proteger a Nicolás Maduro. En efecto,
las derrotas para Trump y compañía fueron contundentes.
Paralelamente, Washington perpetró otra serie de acciones
dirigidas al interior de la nación caribeña. Con el fin de afectar la economía
de la Revolución, el martes 26 presionó para que el Banco de Inglaterra
retuviera 1.200 millones de dólares en reservas en oro que tenía Venezuela
allí, y dos días más tarde se apropió de Citgo –filial de Pdvsa en EE.UU.–,
haciéndose de otros 7 mil millones de dólares, además de anunciar bloqueos en
conceptos de comercialización de petróleo por un valor de 11.000 millones de
dólares. Esto en una coyuntura en que las exportaciones venezolanas han caído
un 64.5% entre el 2012 y 2018; la industria petrolera ha pasado de producir 2
millones 743.000 a 1 millón 464.000 de barriles de petróleos diarios en el
mismo periodo; y el PIB se contrajo en un 15% el año 2018.
Siempre en la vereda interna, la burguesía promovió asonadas
callejeras en barriadas populares de Caracas, estado Bolívar, entre otros, con
resultados adversos. Así, mientras Guaidó presentaba la mañana del jueves 31 el
“Plan País: La Venezuela que Viene”, cientos de miles de chavistas expresaban
en las calles su respaldo al Gobierno y la decisión de defender la Patria ante
cualquier agresión. Pero, entonces, ¿cuál será el siguiente paso táctico-estratégico
del imperialismo?
Los mil días de Allende
y la Unidad Popular (UP)
Al igual que Hugo Chávez, el presidente chileno Salvador
Allende accedió al poder Ejecutivo a través de las urnas y de inmediato comenzó
a implementar el “Programa de la Unidad Popular”, en vistas de transitar al
socialismo por la “vía pacífica” –de manera inédita en la historia, y a la luz
de los hechos podríamos decir que hasta hoy–.
En tiempo récord profundizó la aplicación de la Ley de
Reforma Agraria; nacionalizó un centenar de fábricas para crear el Área de
Propiedad Social (APS); monopolizó el comercio exterior; nacionalizó la banca;
diseñó el radical programa educativo de la Escuela Nacional Unificada (ENU); y
por supuesto, el 11 de julio de 1971 nacionalizó –sin indemnización– las
empresas del cobre, “el sueldo de Chile”, como dijo el propio Allende.
La reacción no se hizo esperar, EE.UU. confiscó bienes
chilenos y parte de la producción de cobre en el exterior; vetó a esta nación en
foros internaciones; fomentó la inflación y el mercado negro; incitó los
asesinatos de emblemáticos uniformados como René Schneider (1970) y Arturo
Araya (1973); patrocinó un gran paro gremial durante un mes (1972) y una
asonada militar (1973); junto con organizar, financiar y apertrechar a grupos
fascistas como Patria y Libertad. Todo esto en un contexto en que Allende y la
UP pasan de obtener un 36.6% de los votos en las presidenciales del 70, a un
48.6% en las municipales del 71 y alrededor de un 44% en las parlamentarias del
73. Es decir, con un respaldo popular en ascenso, visible destacadamente en los
“órganos de poder popular” como los Consejos Comunales, Cordones Industriales,
Juntas de Abastecimiento de Precios (JAP), entre otras.
La odiosa lucha
de clases
Tres trabajos imprescindibles para aproximarse a la
comprensión de lo ocurrido en Chile son “El experimento chileno: ¿reformismo o
revolución?” de Alain Labrousse (1973); “El reformismo y la contrarrevolución.
Estudios sobre Chile” de Ruy Mauro Marini (1974) y “¡Bendita crisis! Socialismo
y democracia en el Chile de Allende” de Teothonio dos Santos (2009) –un regalo
del autor a Hugo Chávez–. En ellos se puede leer en detalle cada disposición
táctica y estratégica de EE.UU. y la derecha nativa, así como las ofensivas, contraofensivas,
repliegues y presumibles errores de las fuerzas de izquierdas. La lucha de
clases desnuda.
Aunque los contextos históricos son distantes, las
similitudes entre el Chile 73 y la Venezuela 2019 abundan. En lo estratégico,
ambos procesos se plantearon superar al capitalismo para instaurar de manera
pacífica el socialismo, evitando un choque de clases frontal. La historia dirá
en el mediano plazo si es eso posible o no. En el caso chileno ya dictó su
sentencia.
Más esclarecedoras aún son tres acciones llevadas a cabo minuciosamente
por la burguesía, y que en ambos procesos han tenido efectos innegables en el
curso de la lucha de clases: 1) El sabotaje a la producción, acaparamiento y
mercado negro: destinados a mellar el espíritu de las clases medias,
“obligadas” a soportar a hacer colas para acceder a bienes de consumos básicos
(peor aún si delante de la cola hay una dueña de casa humilde ahora con poder
adquisitivo); 2) Violencia callejera: con el objetivo de polarizar al extremo a
la sociedad, de que la derecha pueda sumar lumpen y disputar las calles,
aterrorizar a la clase media y pequeña burguesía (que temerosas buscarán
superar mediante la “democracia” tales impasses), y, por último, obligar a los
sector populares a pasar a la ofensiva o perecer en la indecisión; 3) Subvertir
los órganos represivos del Estado: conscientes de que en última instancia
pueden dirimir el choque de clases en favor de la burguesía o de los pobres de
la ciudad y el campo (cuestión muy evidente en América Latina).
Si bien Allende conquistó el poder Ejecutivo del Estado, el
poder Legislativo padeció un breve equilibro entre las clases mientras que el
poder Judicial quedó en manos de la burguesía. Y aunque el proletariado y
subproletariado chileno tuvo avances de conciencia formidables apuntalando el
poder popular en las formas ya mencionadas, el choque inevitable lo definió la
burguesía con EE.UU. por la única vía que les fue posible luego de la victoria
allendista en las parlamentarias del 73: el golpe de Estado militar.
La Revolución bolivariana controla los poderes del Estado,
pero no es inmune a la actual fase de la lucha de clases a que la ha conducido
la burguesía nativa y el imperialismo. Sin apoyo popular interno ni de la
comunidad internacional (al igual que Chile 73), el imperialismo parece optar por
la misma carta: la insurrección militar. El domingo 27 Guaidó anunció la Ley de
Amnistía para Militares y Civiles, conminándoles a desertar, traicionar y
levantar las armas contra Maduro y el pueblo. ¿Será que en esa puja se juega la
Revolución? ¿Será que las milicias populares bolivarianas de que habla el
Gobierno (supuestamente 2 millones de mujeres y hombres en arma) componen verdaderamente
un cuerpo disciplinado y monolítico dispuesto a dirimir la lucha de clases a su
favor?
Marx tenía
razón…
En su manifiesto comunista, un joven Carlos Marx sentenció: “La
historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lucha
de clases”. Tras dos décadas de vida, la Revolución bolivariana parece
confirmar la tesis del alemán.
Cada paso de EE.UU. condensa una fuerte carga de clasismo,
nada queda al azar. Arma, desarma y rearma alianzas tácticas clasistas en
Venezuela; conduce la crisis a puntos de no retorno; arrastra a las clases
fundamentales y antagónicas en el capitalismo a la disputa. Se enfrenta a un
poder popular vivo, creativo y decidido; lo sabe. Se juega el todo por el todo
por fracturar la unidad al interior de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
(FANB).
La Historia tiene la doble cualidad de ser pasado y presente.
Carece de libretos. Como dijo Salvador Allende: “la escriben los pueblos”. De
allí que urja revisitar cada experiencia popular, para conocer y reflexionar de
primera mano cómo triunfaron o cómo y en qué fracasaron “los condenados de la
Tierra” en apuestas emancipadoras similares, aunque en tiempos distantes. Hay
que rastrear en el ayer las luces para el presente y el porvenir.
Profesor de
historia
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