Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Javier Larraín
Yo he preferido
hablar de cosas imposibles,
porque de lo
posible se sabe demasiado.
Silvio Rodríguez
Evitar que todo se pudra
La mañana
del sábado 23 de diciembre de 1922, Vladímir Ilich Lenin despertó con la mano y
pierna derechas, además de una parte del cuerpo, paralizadas, a causa de una
recaída y un nuevo infarto cerebral. Con autorización de sus médicos, diariamente
–por el tiempo de cinco minutos– profirió dictados a sus secretarias. Entre aquel
sábado 23 y el domingo 31 elaboró un conjunto de notas, las que conforman su “testamento”.
Consciente
de la gravedad de su estado, el líder bolchevique se apresuró en ocuparse de
los problemas fundamentales de la Revolución: 1) Gestión económica; 2)
Democratización del partido; 3) La cuestión nacional georgiana; 4) Sucesión.
A
espaldas de Stalin y del Buró Político, y en complicidad con sus secretarias,
esposa y médicos, Lenin se consagró a investigar un confuso incidente entre el
miembro del politburó bolchevique Ordzhonikidze y el comunista georgiano
Kabanidze. ¿Qué descubrió? Que el dirigente moscovita agredió físicamente al
segundo, en otro impasse derivado del
modo de entendimiento de la autonomía de las naciones. Al enterarse de los detalles
del caso, Lenin escribió: “se pudrió todo”. Días antes, el propio Stalin insultó
telefónicamente a la esposa de Lenin, Nadezhda Krúpskaya. Así, tristemente evidenciaba que los
coletazos de la guerra civil se hacían sentir entre los dirigentes y militantes
de base bolcheviques, aparentemente algunos desprovistos ya de principios y
respeto con sus camaradas. De ahí que tal vez Lenin se decidiera por numerar
las “cualidades” imprescindibles de un cuadro comunista: leal, respetuoso, educado,
carismático, con una sólida preparación científica y mirada global, con
capacidad organizativa y administrativa.
A 77 años de esos angustiantes hechos,
en el acto de celebración del Primero de Mayo, desde la Plaza de la Revolución
de La Habana, con inquietudes similares a las del ruso, el comunista cubano
Fidel Castro, a fin de advertir ante cualquier amenaza de podredumbre, apuntó:
“[Revolución] es ser
tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros
mismos y con nuestros propios esfuerzos; es modestia, desinterés, altruismo,
solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no
mentir jamás ni violar principios éticos”.
Socialismo de todos o de nadie
Enterado
de las desavenencias entre dos de los más altos jefes soviéticos –aparte de
arbitrarias actuaciones del Buró Político–, y espantado por las luchas
intestinas entre camarillas, fracciones y dirigentes veleidosos, desde su cama,
en una pequeña habitación del Kremlin, el lunes 24 de diciembre Vladímir Ilich
dictó a una de sus ayudantes: “El
camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un
poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente
prudencia”.
De cara al XII Congreso del Partido Comunista de
la Unión Soviética, a realizarse en abril de 1923, Lenin se preparó durante 75
días para demandar la reestructuración del poder político y gubernamental, con
el ánimo de garantizar estructuras colectivas de discusión y decisión, a modo
de impedir la concentración del poder. De este modo, propuso elevar el número
de miembros del Comité Central de 20 a 100, crear una Comisión Central de
Control compuesta por otros 75 miembros y, por último, impulsar una Conferencia
del Partido con el conjunto de los 175 miembros electos. ¡La Revolución
socialista rusa de todas y todos no podía ser secuestrada por unos pocos!
Por su parte, el forjamiento de una revolución
socialista democrática y humanista, profundamente participativa, perteneciente
a las y los trabajadores, desprovista de burocratismos y mezquindades de cualquier
tipo, ocupó tempranamente un sitial preferencial en las cavilaciones de Fidel Castro.
Por eso, en la plenaria provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC),
el jueves 3 de septiembre de 1970, en clave leninista se explayó sobre su
concepción del socialismo: “El socialismo si no es de masas fracasa, porque tiene que trabajar para las
masas y los problemas sólo los puede resolver con las masas… Sin las masas el
socialismo pierde la batalla: se burocratiza, tiene que usar métodos
capitalistas, tiene que retroceder en la ideología. Así que no puede
haber sociedad más democrática que la socialista sencillamente porque sin las
masas el socialismo no puede triunfar. Las batallas sólo se ganan, dentro
de una sociedad colectivista, con la más amplia participación de las masas en
la solución de sus problemas. Recuérdese esto”.
Lecciones de ayer, para el hoy
Este 25 de noviembre se cumplen dos años de
la partida física de Fidel Castro, mientras que el próximo 21 de enero se
cumplen 95 años de la partida física de Vladímir Ilich Lenin.
Ambos capitanearon dos de las revoluciones
socialistas más trascendentes de la historia humana. Ambos depositaron su fe en
las inmensas capacidades de las mujeres y hombres para construir una sociedad
comunista. Ambos compartieron una concepción historicista del marxismo y
promocionaron la educación y la cultura, dos condiciones imprescindibles para
un estatuto civilizatorio superior al capitalista. Nos cabe a nosotras y
nosotros apropiarnos de las experiencias pasadas y presentes de la lucha de la
clase trabajadora por su emancipación, extraer las lecciones de ayer, para el
hoy.
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