Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
alanhart.net
Traducido del inglés para Rebelión por
Germán Leyens
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Algunos
lectores, tal vez muchos, considerarán que mi pregunta es ofensiva, pero no
pediré disculpas por formularla; me reconforta el hecho de que mi decisión de
plantearla cuenta con el pleno apoyo de mi muy apreciado amigo judío,
sobreviviente del Holocausto nazi, el doctor Hajo Meyer.
Antes
de presentarle mi idea del título, sabía perfectamente que él cree, y lo ha
dicho en público, que los nazis trataron de deshumanizarlo en el campo
de concentración de Auschwitz y que los sionistas tratan de deshumanizar a los
palestinos en su propio país.
Cuando
le pregunté si podía plantear mi propuesta de pregunta en el título, dijo “Sí,
absolutamente”. Agregó: “el sionismo es para el judaísmo moderno ilustrado
lo que el nazismo fue para los valores éticos tradicionales de Alemania.
(Uno de los libros más importantes de Hajo lleva el título: An Ethical
Tradition Betrayed, The End of Judaism (Una tradición ética
traicionada, el fin del judaísmo).
El
título fue suscitado en mi mente a finales de octubre por el anuncio de que
ante la cercanía de la elección del próximo mes de enero, el gobernante partido
Likud de Israel dirigido por el primer ministro Netanyahu está uniendo sus
fuerzas con Yisrael Beiteinu, el grupo ultranacionalista dirigido por Avigdor
Lieberman, ministro de Exteriores de extrema derecha en el actual gobierno
de coalición.
Como
señaló Larry Derfner (despedido de The Jerusalem Post por
decir algunas verdades en su web): “Lieberman tiene la reputación
internacional totalmente merecida de neofascista que odia a los árabes y ama la
guerra”. Derfner también señaló que la etiqueta de “neofascista” fue usada
para hablar de Lieberman por Martin Peretz, “el vociferante exeditor favorable
a Israel de The New Republic”.
Fascismo
es una de esas palabras conceptuales con un significado que depende en cierta
medida de lo que sucede en un momento particular de la historia. Alemania bajo
Hitler, Italia bajo Mussolini o España bajo Franco, fueron Estados fascistas.
Característicos del fascismo fueron gobiernos dominados por dictadores con
personalidades magnéticas, que movilizaban a sus seguidores con
mensajes que apelaban a un nacionalismo estridente y promovían sospechas u odio
contra extranjeros y gente “impura” dentro de sus propias naciones (sobre
todo judíos en el caso de Hitler).
En
la actualidad el término fascista se utiliza en general para describir
gobiernos o dirigentes individuales (así como dictaduras militares) que
practican el racismo incluso si no lo predican, y actúan de una manera
arbitraria, farisaica, desafiando el derecho internacional.
En
octubre de 2010, Uri Avnery escribió un artículo premonitorio con el título
"Weimar en Jerusalén: el ascenso del fascismo en Israel". [http://www.mediterraneosur.es/prensa/avn_weimar.html]
Concluyó
que Israel no es todavía “la Alemania del paso del ganso de aquellos días” pero
podría convertirse en algo muy semejante a menos que la sociedad israelí
movilizara las fuerzas democráticas en su interior. Agregó: “Pero para que
eso suceda debe despertar del coma, entender lo que está pasando y adónde se
está dirigiendo, protestar y luchar por todos los medios disponibles (mientras
todavía sea posible) para detener la ola fascista que amenaza con engullirnos”.
Dos
años después el acuerdo de Netanyahu con Lieberman es seguramente una señal de
que esa ola gana fuerza.
Una
de las reacciones más escalofriantes ante su decisión de hacer causa común con
fines electorales fue la de Azriel Livnat. ¿Quién es Livnat? Exmiembro
importante de Lehi, la organización terrorista sionista también conocida como
Banda Stern (que ofreció unir sus fuerzas a los nazis de Hitler), y padre de
Limor Livnet, del Likud, actual ministro de Cultura y Deporte. En una
entrevista del 30 de octubre en el Canal 7 de Israel, el principal medio de los
colonos, Azriel Livnat dijo lo siguiente:
“Tal
vez ahora el Likud volverá a sus raíces. Espero que los dos partidos unificados
conserven las colonias y todo el País de Israel, y que se cumpla la visión de
un Estado Judío a ambos lados del Río Jordán”.
Bajo
el subtítulo de El sitio de Israel en el club internacional de los
fascistas, Avnery presenta una observación que a mi juicio da exactamente
en el blanco.
“Este
no es un fenómeno típicamente israelí. En toda Europa y América, los fascistas
declarados están alzando la cabeza. Los proveedores del odio, que hasta ahora
han ido extendiendo su veneno por los márgenes del sistema político, están
llegando al centro. En casi todos los países hay demagogos que construyen su
carrera sobre la incitación contra los débiles y los indefensos, y abogan por
la expulsión de los "extranjeros" y la persecución de las minorías.
En el pasado era fácil vencerlos, como a Hitler al comienzo de su carrera.
Ahora hay que tomarlos en serio.”
En
el caso de Netanyahu existe la posibilidad de preguntarse hasta qué punto
debemos tomarlo en serio. Sí, está definitivamente comprometido con un Gran
Israel y con la negativa de un Estado a los palestinos en cualesquiera
condiciones (tierras y otras) que ellos puedan aceptar, pero en otras cosas ¿es
un maestro del engaño? ¿Cree realmente, por ejemplo que un Irán armado de unas
pocas bombas nucleares podría y querría plantear una amenaza existencial para
el Estado sionista? (si lo hace, está loco); ¿o decidió jugar la carta de la
amenaza iraní para sacar a Palestina de la agenda, a fin de permitir que Israel
continúe su colonización y su lenta limpieza étnica de Cisjordania ocupada sin
temor a sanciones de las principales potencias?
Existen,
sin embargo, todas las razones del mundo para tomar en serio a Lieberman, y la
clave para entenderlo se encuentra en su propia descripción de su partido – “un
movimiento nacional con la clara visión de seguir por el valiente camino de Zev
Jabotinsky”.
En
el primer borrador occidental –todavía existente– de la historia del origen del
conflicto en y por Palestina que se convirtió en Israel, Jabotinsky es descrito
no solo como el padre fundador de la Haganá y por lo tanto del ejército
israelí, sino también como fundador del “sionismo revisionista”.
Como
explico en detalle en mi libro Zionism: The Real Enemy of the Jews,
el “Sionismo Revisionista” es en realidad el sionismo HONESTO. Los
que en 1897 proclamaron la creación del sionismo (descrito a veces como “sionismo
práctico” y / o “sionismo socialista laborista”) fueron DESHONESTOS.
Acordaron
no divulgar públicamente su verdadero objetivo – un Estado judío
en toda Palestina árabe. En su lugar hablaron y escribieron para el consumo
público sobre la necesidad del asentamiento judío, por obvia implicación algo
bastante alejado de la condición de Estado; y pretendieron que podían llegar a
un agradable acomodo con los árabes. Dicho simplemente,no querían que el
mundo y especialmente los demás judíos llegaran a pensar en la probabilidad de
que la creación de un Estado judío requeriría que algunos y tal vez numerosos
palestinos fueran desposeídos de sus tierras, sus casas y sus derechos.
Los
dirigentes del sionismo anteriores a Jabotinsky inventaron la monstruosa, malvada,
mentira propagandística de que Palestina era una “tierra sin pueblo para un
pueblo sin tierra” a fin de anestesiar la conciencia judía.
Aparece
Jabotinsky. Su libro El Muro de Hierro. Nosotros y los Árabes fue
publicado en 1923. Su visión central era que el sionismo tenía que
tomar Palestina de sus dueños árabes por la fuerza o de ninguna manera.
(Dos años después Adolf Hitler publicó el primer volumen de Mein Kampf [Mi
lucha]).
El
libro de Jabotinsky se convirtió en el principal texto inspirador para la
mayoría de los nacionalistas judíos que se convirtieron en israelíes. (A mi
juicio El Muro de Hierro fue para el sionismo lo que Mein
Kampf fue para el nazismo).
Comprender
el modo de pensar de Jabotinsky es comprender cómo y por qué Israel se convirtió
en el Estado arrogante, agresivo, opresivo, racista que es hoy en día y,
también por qué Lieberman es lo que es. Por ese motivo voy a citar (como lo
hago en mi libro) nueve párrafos de El Muro de Hierro (con
énfasis agregado por mí).
No
cabe discusión de reconciliación voluntaria con los árabes, no ahora y no en el
futuro previsible. Toda la gente de buena voluntad, con la excepción de los
ciegos de nacimiento, comprendió hace tiempo la imposibilidad total de llegar a
un acuerdo voluntario con los árabes de Palestina para la
transformación de Palestina de un país árabe a un país con mayoría judía.
Cualquier
pueblo nativo ve su país como su hogar nacional, del cual será el amo total.
Nunca permitirá voluntariamente un nuevo amo. Lo mismo vale para los árabes. Los
partidarios de un compromiso entre nosotros tratan de convencernos de que los
árabes son una especie de tontos que pueden ser engañados con formulaciones
ocultas de nuestros objetivos básicos. Me niego rotundamente a aceptar esa
visión de los árabes palestinos.
Tienen
exactamente la misma psicología que nosotros. Ven Palestina con el mismo amor
instintivo y verdadero fervor como cualquier azteca veía su México o cualquier
sioux su pradera. Cada pueblo luchará contra los colonizadores hasta que se
extinga la última chispa de esperanza de que pueda evitar los peligros de la
colonización y la conquista. Los palestinos lucharán de esta manera hasta que
quede apenas una chispa de esperanza.
No
importa qué tipo de palabras utilicemos para explicar nuestra colonización. La
colonización tiene su propio significado integral e inescapable comprendido por
todo judío y todo árabe. La colonización solo tiene un objetivo. Es su propia
naturaleza. Cambiar la naturaleza es imposible. Ha sido necesario realizar la colonización
contra la voluntad de los árabes palestinos y la misma condición existe
actualmente.
Incluso
un acuerdo con no palestinos (otros árabes) representa el mismo tipo de
fantasía. Para que nacionalistas árabes de Bagdad o La Meca o Damasco acepten
pagar un precio tan serio tendrían que renunciar a mantener el carácter árabe
de Palestina.
No
podemos dar ninguna compensación por Palestina, ni a los palestinos ni a otros
árabes. Por lo tanto, un acuerdo voluntario es inconcebible. Toda
colonización, incluso la más limitada, debe seguir desafiando la voluntad de la
población nativa. Por ello, puede continuar y desarrollarse solo bajo el escudo
de fuerza que incluya un Muro de Hierro a través del cual la población local
nunca pueda irrumpir. Es nuestra política árabe. Formularla de alguna otra
manera sería hipocresía.
Sea
a través de la Declaración Balfour o el Mandato, la fuerza externa es una
necesidad para establecer en el país condiciones de gobierno y defensa para
que la población nativa, sin tener en cuenta lo que desea, sea privada de la
posibilidad de impedir nuestra colonización, administrativa o físicamente. La
fuerza tiene que jugar su papel – con fuerza y sin indulgencia. En esto, no
hay diferencias significativas entre nuestros militaristas y nuestros
vegetarianos. Unos prefieren un Muro de Hierro de bayonetas judías; otros un
Muro de Hierro de bayonetas inglesas.
Si
se quiere colonizar un país en el cual ya hay gente viviendo, hay que proveer
una guarnición para ese país, o encontrar algún rico o benefactor que provea
una guarnición por vuestra cuenta. ¿De otro modo? O de otro modo, renunciad a
vuestra colonización, porque sin una fuerza armada que imposibilite
cualquier intento de destruir o impedir esa colonización, la colonización es
imposible – ¡no difícil, ni peligrosa sino IMPOSIBLE! El sionismo es una
aventura colonizadora y por ello depende totalmente de la cuestión de la fuerza
armada. Es importante hablar hebreo pero, por desgracia, es aún más
importante ser capaz de disparar – o de otra manera renuncio al juego de
colonización.
Al
trillado reproche de que este punto de vista no es ético, responded –
absolutamente falso. Esta es nuestra ética. No hay otra ética. Mientras exista
la menor chispa de esperanza de que los árabes puedan impedirnos, no podremos
convencer con estas esperanzas – no con dulces palabras ni con un bocado
sabroso, porque ellos (los palestinos) no son un gentío sino un pueblo, un
pueblo viviente. Y ningún pueblo hace concesiones tan enormes a preguntas tan
nefastas, excepto cuando no queda ninguna esperanza, hasta que hayamos
eliminado toda apertura visible en El Muro de Hierro.
Esa
fue, una década antes que los nazis llegaran al poder en Alemania, la ideología
de lo que era llamado sionismo revisionista. Su Gran Idea era la aplicación de
la fuerza bruta a fin de no dar a los árabes, una vez que hayan sido
desposeídos de su país, ninguna esperanza de recuperarlo. No debía haber
ninguna consideración de lo que era correcto o no. Se excluía por completo un
compromiso. Era una estrategia de “ellos o nosotros”.
Si
prevalece esa actitud mientras Israel se orienta más lejos y más rápido por el
camino hacia un fascismo parecido al de los nazis, no puede haber la menor
esperanza de una iniciativa desde el interior por la paz sobre la base de
algunas condiciones que sean aceptables para los palestinos.
¿Significa
que no hay ninguna esperanza?
Si
la respuesta es “No”, pienso que el futuro es predecible. Como he indicado en
otros artículos, llegará un punto en el que haya una limpieza étnica
sionista final de Palestina, y eso puede convertir la creciente marea global de
anti-israelismo en antisemitismo clásico, provocando en Segundo Holocausto,
abreviatura para otro gran vuelco contra los judíos, que es muy probable que
comenzaría en EE.UU. (Mi amigo Hajo piensa que es lo que quiere el sionismo
porque cree que es solo cuestión de cuándo y no de si el monstruo del
antisemitismo vuelva a sembrar el terror, y que cuando lo haga muchísimos
judíos estadounidenses y europeos huirán a Israel buscando refugio y
asentamiento permanente. Si eso es realmente lo que quieren los dirigentes del
sionismo en Israel, dije a Hajo, podrían quedar desilusionados porque existe
otro posible escenario. Para protegerse mejor desempeñando su papel para impedir
que el anti-israelismo se transforme en antisemitismo clásico, los judíos
estadounidenses y europeos podrían distanciarse del monstruo sionista,
despedirse de él. Esperarían, como lo hago yo, que esto demostraría que no son
cómplices de los crímenes del Estado sionista. Hajo aceptó que era una
posibilidad).
Larry
Derfner se niega a renunciar a la esperanza. Bajo el título El acuerdo
Bibi-Lieberman: una llamada de atención al mundo sobre Israel, escribió que
al unir su persona y al partido gobernante del país con “un neofascista
despreciado internacionalmente”, Netanyahu ha acercado Israel “a un paso
considerable más cerca de los límites de la tolerancia occidental”. Y él,
Derfner, expandió ese pensamiento como sigue:
“En
última instancia es una buena noticia. La única manera cómo Israel va a
renunciar a la ocupación y a su hábito de agresión militar es yendo demasiado
lejos – al convertirse en un Goliat semejante que el mundo occidental le diga
finalmente que se enmiende o se busque nuevos aliados.”
A mi
juicio hay méritos en el argumento de Derfner en la medida en que no es
imposible que se llegue y sobrepase los límites de la tolerancia occidental del
desafío del derecho internacional y el constante sabotaje de los esfuerzos por
la paz, y ese día podría llegar, posiblemente en el último año del segundo
período del presidente Obama, cuando se diga “basta ya” a Israel, y sea
totalmente aislado y sometido a toda la gama de sanciones si no cumple con el
derecho internacional. Pero…
Incluso
si eso sucediera, de ninguna manera es imposible que los dirigentes con armas
nucleares de Israel digan a todo el mundo no judío que se vaya al diablo.
En
mi libro me pregunto en alta voz si futuros historiadores concluirán que la
catástrofe para todos era inevitable desde el momento en el que Gran Bretaña
dio al sionismo un grado espurio de legitimidad con la Declaración Balfour.
Alan
Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de
la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos por todas partes del mundo
y se especializó en Medio Oriente. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews:
The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net
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