Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Juan Manuel Karg
Rebelión
Los próximos viernes y
sábado, en Caracas, se conformará la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC). El hecho tiene dimensiones inobjetables: el organismo
reunirá, por primera vez, a 33 países que conforman una población global de
unos 550 millones de habitantes y cuya extensión territorial supera los 20
millones de kilómetros cuadrados, sin ningún tipo de tutelaje por parte de
EEUU.
Una lucha histórica:
integración contra dependencia
Para comprender la
relevancia histórica del momento sirven las palabras que el Comandante Chávez -anfitrión
de la cumbre de la CELAC y uno de los principales impulsores de la defensa de
la soberanía de nuestro continente frente a los embates del imperialismo-
pronunció días atrás, presentando los objetivos generales de la incipiente
Comunidad de Estados:
“Va a nacer un nuevo
organismo, esto es histórico de verdad. Como unidad de Estados,
Latinoamericanos y Caribeños. Cuántos años en esta lucha. Es un primer paso, no
es la victoria. No. Pero es un primer paso. Porque desde 1820 comenzó la puja
en este continente. Después de los 300 años de conquista, dominación, de
genocidio de parte de los imperios europeos, entonces se nos vino encima la
amenaza del imperio naciente. Y Bolívar lo previó, lo presintió, lo vio. Lo
enfrentó. Y Bolívar por eso planteaba la unión, en el Congreso Anfictiónico de
Panamá. Pero al final se impuso el monroísmo: América para los americanos. Y al
bolivarianismo lo enterraron”.
Es que la importancia
política de la CELAC -aún antes de su propio nacimiento- tiene también que ver
con la propia caducidad de la OEA, y con el frondoso prontuario de esta última
contra aquellos países que intentaron diversas vías de transformación en
nuestro continente. Así, la mal llamada Organización de Estados Americanos fue
(y aún hoy es) tristemente célebre por haber legitimado invasiones, golpes de
Estado, e incluso magnicidios, al punto de llegar a ser “condenada por su larga
historia como dócil instrumento del imperialismo”, tal como afirma el
politólogo argentino Atilio Borón.
El momento de apogeo
máximo de la OEA en cuanto a dependencia de los mandatos de Washington se
constituyó con la expulsión de Cuba en 1962 por el peligro que la isla
constituía en “la ofensiva subversiva de gobiernos comunistas, sus agentes y
las organizaciones controladas por ellos”. Con el mismo pretexto, desde ese
momento todos los gobiernos estadounidenses aplicaron un criminal bloqueo
comercial sobre Cuba que aún persiste, y que ha constituido una pérdida
cuantiosa para la heroica isla, calculada en unos 975.000 millones de dólares.
El punto de “no
retorno” en Nuestra América
Resulta interesante
retomar una breve argumentación que se ha realizado hace pocos días en el
periódico “Juventud Rebelde” de Cuba sobre el cónclave de Caracas. Allí se
caracterizó el nacimiento de la CELAC como “un hito” que, si bien “no estará
exento de tropiezos, zancadillas y deconstrucciones”, constituye un “punto de
no retorno” para nuestros países respecto a la injerencia estadounidense.
Acordamos a todas luces
con dicho enfoque, pero a su vez nos parece preciso visualizar un hito anterior
sin el cual sería impensable este actual: hace unas semanas se cumplió el sexto
aniversario de la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata, que significó la
derrota del proyecto del ALCA y del proyecto expansionista de George Bush sobre
América Latina. En aquel 2005, diversos movimientos sociales y políticos de la
Argentina expresaron, en pleno Estadio Mundialista, su explícito rechazo a la
injerencia estadounidense en nuestros países, en un acto que contó con la
presencia de Hugo Chávez y Evo Morales -cuando este último aún no había sido
elegido- como “maestros de ceremonia”, y con Diego Maradona como invitado de
honor.
Ese hecho (“El ALCA, al
carajo”, en palabras de Chávez), y la posterior profundización de los procesos
abiertos en Venezuela, Bolivia y Ecuador significaron el andamiaje cotidiano
que dio sustento al ALBA -la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América-. Fue dicho bloque -integrado además por Cuba y Nicaragua, entre otros-
el que antepuso la sigla TCP (Tratado de Comercio entre los Pueblos) a la
formula clásica del “sometimiento” en los 90, al Tratado de Libre Comercio
(TLC).
Este breve recorrido
pretende mostrar que la CELAC no surge de un repollo, sino que tiene
precedentes en la “memoria larga” -de allí el bolivarianismo al que aludía
Chávez y la impronta de nuestros Libertadores-; y de la “memoria mediana” -la
resistencia al neoliberalismo, el Caracazo, etc-. La “memoria corta” estaría conformada
por aquellos procesos de integración de avanzada, como el ALBA, con una fuerte
impronta en cooperación social, humanitaria y despojada del afán de lucro; y
con otros que, aún con mayores matices -como UNASUR- han permitido respuestas
eficaces en momentos de tensión, tal como sucedió frente al intento de golpe de
Estado en Bolivia en 2008.
La CELAC deberá, en
medio de la crisis del capital, demostrar que América Latina puede -y debe- superar
instancias ajenas -como la OEA- a sus desarrollos, ritmos e intensidades. El
desafío de los países que proyectan horizontes de verdadera transformación
social será el de liderar el bloque para que el “punto de no retorno” se
acentúe cada vez más. A juzgar por el papel de Venezuela y Cuba en el próximo
cónclave de Caracas, la situación resulta muy favorable.
Juan Manuel Karg
es licenciado en Ciencia Política Universidad de Buenos Aires (UBA)
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios