Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Alfredo Rada
El 12 de octubre, Evo
Morales convocó a una Cumbre Social para diciembre. El momento era oportuno y
el objetivo trascendente: elaborar desde el pueblo una nueva agenda, un
conjunto de medidas que el Gobierno debería tomar para rectificar y profundizar
el proceso de transformaciones.
Desde que se lanzó
aquella iniciativa, el debate ha comenzado a desplazarse de lo político a lo
económico, seguramente porque se intuye tanto entre los analistas como en la
población que los cambios económicos serán fundamentales en los siguientes
años. Y cuando se resalta la economía no es porque la política ya no sea
importante, en realidad esa separación entre una y otra se la debemos al
pensamiento burgués del fines del siglo XVIII cuando comenzaron a distanciar la
economía (para los liberales el mercado) de la política (para los liberales el
Estado). Más de un siglo después, corriendo el año 1921 Lenin, dirigente de la
revolución bolchevique en Rusia, volvió a unir en la teoría lo que en la
realidad es indivisible: “la política es la expresión más concentrada de la
economía”.
En Bolivia, luego del
proceso constituyente más importante de nuestra historia que permitió inaugurar
un nuevo Estado Plurinacional y abrir paso a una descentralización del poder
territorial a través de las autonomías, hoy es el momento de tomar definiciones
respecto a la transformación de la estructura económica. Esta transformación se
dará con un Nuevo Modelo Económico que modifique las relaciones de producción
predominantemente capitalistas, impulse el crecimiento de las fuerzas
productivas internas y cambie el patrón de acumulación basado en la exportación
de materias primas.
Y este nuevo Modelo no
es sólo de “economía plural”, pues si hablamos con rigor teórico toda Formación
Económico Social (o sistema económico como le llaman los neoliberales) es
plural, compuesta por distintos modos de producción (capitalistas,
pre-capitalistas, no capitalistas). Este del “pluralismo económico” es un
discurso cada vez más repetido en esferas gubernamentales; discurso
contradictorio en su manejo categorial, pero en el que tiende a prevalecer una
concepción simplista, que sólo sirve para justificar el conservadurismo de los
nuevos tecnócratas en los ministerios, siempre reticentes a transformar las
estructuras económicas del país. Si se mantiene ese conservadurismo los
procesos de nacionalización económica implementados entre el 2006 al 2009
pueden quedar a medio camino, en una nueva versión de capitalismo de Estado que
coexista con varias formas de capitalismo privado nacional y transnacional. El
país ya pasó por esta frustración histórica luego de la nacionalización de las
minas de 1952 hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado.
Aun aceptando que el
capitalismo de Estado tiene componentes redistributivos a los que de manera
genérica se denomina “justicia social”, no llegan al punto de transformar las
condiciones estructurales del propio capitalismo, que originan la desigualdad
cada vez más marcada entre aquellos que acaparan medios de vida y aquellos a
los que apenas les alcanza para sobrevivir.
¿Cuál sería el nuevo
modelo económico que reemplace al modelo neoliberal? Si hacemos una lectura
cuidadosa del artículo 306 de la Constitución Política del Estado (CPE), que
habla de la “organización económica del Estado”, veremos que los principios más
importantes que sustentan esa organización son tendencialmente
anticapitalistas: complementariedad, reciprocidad, solidaridad, redistribución
y sustentabilidad. Se verá también la siguiente idea-fuerza económica: “La economía
social y comunitaria complementará el interés individual con el vivir bien
colectivo”. Acá y en varios otros artículos de la CPE está la definición, el
nombre y apellido si se quiere, del Modelo Económico Social y Comunitario. Es
este Modelo que debe relanzar la Cumbre Social y puede hacerlo con base en el
texto constitucional aprobado por el pueblo boliviano el año 2009.
Ahora bien, la
implementación del nuevo modelo económico requiere de un conjunto de medidas
que debe tomar el Gobierno. Una de esas medidas tiene que ver con el sistema
financiero controlado por la banca privada. Acá se ha planteado la necesidad de
aprobar una nueva “Ley de Bancos” que fortalezca las políticas de control sobre
las tasas de interés que cobran las entidades financieras, que fije
disposiciones efectivas para movilizar su enorme liquidez acumulada hacia el
crédito a los sectores productivos, y les cobre más impuestos sobre las
extraordinarias utilidades que están logrando a costa de los ciudadanos. En los
últimos días, ante el sólo anuncio del incremento de impuestos a la banca sus
representantes reaccionaron quejándose por el “desincentivo”; tendrán que
asumir que deben aportar más al país y que los días de la liberalización
financiera están acabando.
Otro sector en el que
hacer ajustes es el de las empresas transnacionales mineras. Éstas controlan la
extracción y exportación de plata y zinc, que por su volumen de producción
dominan hoy el panorama minero junto al estaño de la estatal Empresa Huanuni.
Aprobar una nueva “Ley Minera” con sustanciales incrementos de impuestos a las
transnacionales es un imperativo nacional. Por supuesto que los voceros de esas
empresas hablarán también de “desincentivo” a sus inversiones, el mismo gastado
argumento que blandían las compañías petroleras cuando el 2004 se gestaba la
nueva Ley de Hidrocarburos.
Este par de medidas,
junto a otras como la movilización de una parte (se habla ahora de 2.000
millones de dólares) de nuestras Reservas Internacionales en un Plan productivo
y de generación de empleo, tienen que ser consideradas en la Cumbre. La reunión
puede servir para relanzar el proceso de cambio si logra una convocatoria
nacional y popular en un contexto plagado de conflictos. Este contexto está
convirtiendo el camino a diciembre en una ruta empinada.
El autor es
miembro de la Escuela Nacional de Formación Política
Publicado en La
Razón, el domingo 27 de noviembre de 2011
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